Más de la mitad de las personas mayores de 50 años en desempleo prolongado se sienten invisibles. Un dato que revela una realidad preocupante: el mercado laboral no está preparado para aprovechar el valor del talento sénior.
Un escenario que se repite: desempleo y edad
Según datos del SEPE, 545,143 personas mayores de 50 años percibieron subsidio por desempleo en abril de 2025. Esto representa más del 70% de los beneficiarios totales de esta ayuda y marca un récord histórico en ese mes.
Hace solo cinco años, ese porcentaje era del 55%. Hoy, en comunidades como País Vasco, La Rioja o Madrid, ya supera el 78%. Esto se explica en parte por la estructura sectorial de estas regiones, donde industrias como la automoción, el metal o la banca suelen contar con plantillas más veteranas, que enfrentan más dificultades al ser reubicadas tras reestructuraciones o ERE.
Un subsidio que protege… pero también limita
El subsidio por desempleo cumple una función de protección social clave para quienes han agotado otras ayudas y siguen sin empleo. Para los mayores de 52 años, incluso incluye cotización para su futura jubilación. Pero este beneficio, aunque necesario, también puede actuar como una barrera. Al no existir suficientes oportunidades reales para reinsertarse, muchos profesionales optan por mantenerse en el subsidio hasta jubilarse.
Este fenómeno refleja una desconexión profunda entre las necesidades del mercado laboral y la realidad del talento sénior. En un país con una población envejecida, prescindir de la experiencia y el compromiso de los mayores de 50 es un lujo que no podemos permitirnos.
El impacto emocional: perder el empleo, perder la voz
Más allá de las cifras, el desempleo prolongado impacta directamente en la autoestima y el propósito de vida. En una encuesta realizada por la Fundación Adecco, el 65% de los encuestados mayores de 50 años en paro de larga duración afirma haber perdido completamente la autoestima. Otro 55% se siente infravalorado o invisible en su entorno social.
La falta de empleo no solo afecta al ingreso económico, sino a la identidad personal. Muchas personas reportan sentirse ignoradas por sus familias o comunidades, como si el valor que aportaban desapareciera junto con el trabajo.
¿Y qué podemos hacer desde las organizaciones?
La transformación del mercado laboral no puede hacerse sin incluir activamente al talento sénior. Para lograrlo, las empresas deben:
- Eliminar prejuicios relacionados con la edad y abrir espacios para perfiles con experiencia.
- Implementar estrategias de recualificación que preparen a los profesionales sénior para roles actuales y futuros.
- Cuidar la salud emocional de quienes enfrentan transiciones laborales complejas.
- Adoptar plataformas integrales que detecten y potencien el valor de cada persona, sin importar su edad.
Desde herramientas que hacen visibles los logros, hasta sistemas de retroalimentación y reconocimiento, contar con tecnología que impulse una cultura de alto desempeño intergeneracional es hoy más necesario que nunca.
El cambio comienza por dar visibilidad
Incluir al talento sénior no es solo una cuestión de justicia, sino de estrategia. Estas personas tienen mucho que aportar: experiencia, perspectiva, resiliencia y compromiso. Apostar por su inclusión activa puede marcar la diferencia entre una organización que se estanca y una que crece con propósito.
El futuro del trabajo es diverso. Y eso también significa que hay lugar para el talento que ya ha recorrido un gran camino.
